miércoles, 22 de agosto de 2012

Lágrimas dulces

Levantas la sábana que hace de puerta y ahí lo ves, el fregadero está cubierto de moho y es extraño porque al abrir el grifo apenas salen unas gotas, A estas horas cortan el agua ¿no es así Fátima?, la pintura de la pared desconchada deja ver que en algún tiempo pasado estaba pintada de azul y la arenilla que cae del hueco para guardar el dinero se mezcla con el polvo del suelo, Apenas nada, me lo dan por las ropitas que arreglo, sí, mi mamá me enseño a coser de bien pequeñita. Un colchón mugriento hace las veces de cama, sofá y cuna, seis meses tiene, Está guapísima, ¿a que sí?, ¿Y tú?, sí también soy guapa ¿no?, Por supuesto. Veintitrés, llevo viviendo aquí toda la vida, no, no sé nada del padre, supongo que tampoco podría haber hecho mucho por ayudarnos, ya sabes como están las cosas por acá.  Es un lugar francamente pequeño, ahora hace calor, pero no me puedo imaginar lo mal que se debe pasar en invierno, al menos no habrá cucarachas, ¿Sabes qué? que mi padre decía, cuando aún andaba bien de la cabeza, que algún día los hombres las comerían, que habría granjas de ellas, luego el pobre se murió y no vio más futuro que el que imaginó en sus últimos días, pero escribía, escribía todo lo que pensaba y yo lo guardo con aprecio. ¿Vivía bien?, El hombre pasó lo suyo, sobrevivió a la guerra y le mataron a muchos, como todos supongo, pero vivía en mejores condiciones que en estas.
 ¿Has comido hoy Fátima?, Sí, unas gachitas a la mañana, ¿la carne? ¡uy!, yo tomé cuando aquí el vecino mato un chanchito, que rico, ¿y en Europa, todos lo días?, Si se quiere, el que la puede comprar, sí.
Y esa señora ¿que vende?, Ella vende yogures, pero... No llores niña, no, yo te compró un yogur, vale y hoy paseamos, ya está, te mandaré ropa y comida cada mes, y ella tendrá mejores oportunidades, mira como ríe, si tan siquiera tuviese un capazo.

viernes, 17 de agosto de 2012

No quiero mi cara en camisetas

A duras penas podía caminar, me sentía fatal, la humedad calaba mis huesos y la ropa se pegaba a mi haciendo que las quemaduras de los hombros me doliesen cada vez más. El calor y los putos mosquitos no contribuían mucho a mejorar la situación, putos mosquitos ¿por qué nadie habrá pensado alguna vez en exterminarlos?. Respirar era el trago más asqueroso de todos, podía posponerlo dos segundos ahora, tres luego, pero no más, no me podía permitir morir. Pensaba en enfermedades que había estudiado, vistas en algún viaje quizá y divagaba a cada paso, blandito, mullida vegetación, como la mouse de chocolate de mi infancia y pensaba que si se me encharcaban los pulmones o me rompía la pierna estaría perdido. A veces cuando alguien te está mirando, lo sabes, nunca he sabido el cómo ni el porqué, pero lo sabes, me di la vuelta y solté una ráfaga larga, sin mirar, sin tragar saliva y esnifando en olor a polvora y casquillo en en aquel infierno mojado. Ya está, ya está, sigo caminando y siento que corre por mi cara, y resbala pegajoso en mi barba, será una lágrima, sudor o ambos, pero yo no sé. Aún nos quedaba mucho para tomar la Sierra Maestra y yo extrañaba mi dulce de leche y no, aunque más tarde lo harían esos puros que paladeaba con Camilo y con Fidel no endulzaban mi paladar igual, será la madurez...